domingo, 2 de septiembre de 2012

Oda a una obra

Para que una crítica funcione como algo más que un aprecio o un desprecio, tiene que tratar más de él que escribe la crítica que de la obra sometida a examen.  En Ficciones de Borges, hasta las obras tratadas son productos de su imaginación.  Fue Borges la pauta que seguí en Israel Galván, el Hamlet hispalense.

Salvando las distancias, por supuesto.  El asunto sobre el que escribo es la obra real del bailaor Israel Galván.  La imaginación de Galván inspiró mi interpretación.  No me puedo apuntar todo el mérito.  De todas formas, he intentado que la interpretación dependiera más de mi imaginación que de mi intelecto.

Mi intelecto es fiable y frio.  O puede o no puede.  Mi imaginación se despierta o duerme según factores a los que mi intelecto es más o menos inmune: mis complejos, gustos, deseos, prejuicios, estado de ánimo y experiencia.

Criticar con puro intelecto sería como gobernar con un estado policial.  Criticar con pura imaginación sería como dejarse llevar con la anarquía.

La crítica es un género que vale tanto como la ficción o la poesía para dar sentido y significado a la vida.  Si es un género menor es porque la musa del crítico no trabaja solo, colabora con la musa del artista reseñado.  Para mí, las críticas más memorables son elogios, odas.  Por eso, elegí escribir sobre la obra de Israel Galván. 

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