domingo, 29 de abril de 2012

Enfrentamiento entre campeones

Estoy convencido de que la escritura extraordinaria aparece con tan poca frecuencia en los periódicos porque los articulistas y columnistas, si escriben con emoción, no escriben con inteligencia, si escriben con inteligencia, no escriben con emoción, y en las raras ocasiones que consiguen escribir con ambas, no someten (por falta de tiempo, supongo) el resultado al minucioso escrutinio que tal choque de fuerzas opuestas requiere para que el artículo estalle en el corazón y mente de los lectores.

Para mí, escribir provoca tanto dolor (angustia) como placer (liberación de tal angustia).  Sé que he dado con un buen tema si, al empezar a darle vueltas, lo que dice mi cabeza no se corresponde con lo que dice mi corazón, aun están peleados, y para resolver la disputa, tienen que hacerse frente.  El placer radica en la resolución, el dolor en el enfrentamiento, y en quitar el exceso y verborrea de los que estas peleas se prestan.

Tomé como tema la Feria de Sevilla.  No me gusta la Feria.  Me parece superficial y presuntuosa.  Esto es lo que dice mi corazón.  Pero mi mente dice que los sevillanos, como los ciudadanos de cualquier ciudad, merecen una fiesta sólo para ellos, y aun admira que la celebren como quieren, a la escala que quieren, e invitando sólo a aquellos a los que quieren.


Al sentarme a escribir sobre el tema, la mente y el corazón saltaron a la palestra como un par de gallos y hundieron las garras en la carne del otro.  Como siempre, di un paso atrás para observar la carnicería con objetividad.  En cada combate entre estos dos púgiles empedernidos, tengo un preferido, normalmente el corazón, pero cambio de preferido varias veces a lo largo del combate, por pena, por capricho, por perversión, pero sobre todo, porque, una vez empezada la pelea, me gusta que sea bien equilibrada, y que los adversarios se muestren dignos el uno al otro.

Es normal que tengamos un preferido al empezar el combate, pero si, para no entrar en complicaciones personales y así pues dificultades de composición, dejamos que nuestro preferido arrase, nuestros artículos, aunque tengan fluidez y buenos golpes, faltarán tensión, y por lo tanto, a mi juicio, autenticidad.  Son sólo unas demostraciones de habilidad contra un sparring.

Creo que el acto de escribir debería ser un cuadrilátero para estos dos rivales eternos.  Si se entregan al máximo, peleándose hasta más no poder, el texto resultante, aunque bien cargado, no podrá evitar estar sobrado de exceso por los giros tomados a lo largo del combate.  Antes de publicarlo, tenemos que eliminar la crudeza y la brutalidad.  Tenemos que convertir la batalla en un baile.  Para conseguir esto, purgamos por la fuerza toda nuestra pasión, ya sea por un lado u otro, y empezamos a recortar con el ojo frio del esteta.

En El primo yanqui de la Feria de Abril, el corazón fue el claro ganador, pero la mente ofreció la resistencia de un gran profesional, a pesar de tener pocas posibilidades desde el principio.  La prueba radicaba en el suelo de la sala de montaje, cubierto de sobras.

sábado, 14 de abril de 2012

Humildad

Excluyendo casos excepcionales, un artículo, al publicarse en La Sevilla del guiri, ya fue escrito desde hace cuatro meses, como mínimo.  Las entradas de este blog casi igual.  Me refiero a los primeros borradores de los textos.  Voy puliéndolos mientras se acercan sus fechas de publicación. No sólo elimino y reordeno palabras, frases y párrafos.  A veces arranco las entrañas del texto e implanto unas nuevas, suturándolo todo para que no se noten las cicatrices.

Mi gran talento como articulista y blogero, si lo tengo, es mi humildad, no a la hora de hablar de mi vida o de elegir temas, sino a la hora de publicar mi obra.  En ese momento, el lector, tú, eres lo primero, mucho antes que yo.  Sé, por experiencia propia, que soy capaz de escribir un artículo o entrada avergonzadamente mala, y pensar que es competente, o aun una obra maestra.  Sólo con meses, bajan los humos lo suficientemente para que la verdad de lo escrito me salte a la vista.

Habrá lectores que piensan que el escritor verdaderamente humilde es el que deja que las imperfecciones de su obra se publiquen.  Las imperfecciones, sí.  Los errores, la torpeza, los descuidos, se van a escapar a cualquier escritor, sea lo autoexigente que sea.  Pero si se escapa a un buen escritor algo que canta de negligencia, de escribir por escribir, de cumplir sólo con el formulismo de su deber, este pierde puntos conmigo, porque está claro que no ha pensado en mí.  Si no valora tanto la calidad de su obra, vale, pero que no la publique, porque yo, sí, valoro mucho la calidad de su obra.

Mi motivo principal por escribir Semana Pagana fue para batir el récord de la cantidad de lectores atraídos al blog del guiri en un solo día, 2.989, cuando fue publicado Ni truco ni trato, un artículo explicando el verdadero sentido de la fiesta Halloween.  Pensé: “A los sevillanos les gusta que el guiri compare y contraste las fiestas estadounidenses con las suyas.  Pues, eso lo haré”.  ¿Lo ves?  Soy, como persona y escritor, capaz de caer en tal vacío de vanidad.  Decidí seguir el impulso, porque a buen hambre no hay pan duro,  y porque, tal como vida humana puede resultar de un impulso tan superficial como la lujuria, el valor de un artículo no debe de tener que ver con el valor de lo que inspiró su concepción.

La gran ventaja de escribir con antelación es poder arriesgarme.  Puedo abordar temas que, a primera vista, parecen tener pocas posibilidades de funcionar, o que, por nacer de un impulso superficial, no debería llegar a dejar huella.  Al final, Semana Pagana se metió en el corte.