domingo, 27 de mayo de 2012

El secreto aburrido

Arranqué clase de inglés con una pregunta: “¿Alguno de vosotros toca un instrumento?”  Una alumna respondió: “Estoy aprendiendo tocar la guitarra.  El profesor me ha enseñado el secreto”.  Todos estábamos con las almas en vilo, queriendo saberlo.  Nos dijo: “Te tiene que encantar hacerlo”.

Me llevé una decepción este secreto, aunque no se lo puede negar.  No podía evitar pensar en mi hijo, al que mi mujer y yo estamos intentando, durante un rato cada noche, enseñar los números.

-No quiero hacerlo, papá- me dijo una noche-.  Es aburrido.

-Sé que es aburrido, hijo- empecé a responder, pero mi mujer me cortó:

-No digas que es aburrido. Estudiar es bonito.

Bueno.  Puede ser bonito, y puede ser aburrido también.  Según mi experiencia, tienes que aguantar lo aburrido, siempre con paciencia, para llegar a lo bonito.

Por ejemplo, no me gusta escribir; me gusta cuando he escrito bien, es decir, cuando he podido expresar una parte de mí – una creencia, una característica de mi personalidad, una forma de pensar, un sentimiento, una vivencia – con tanta claridad que me ha parecido una epifanía.  Ahí radica la satisfacción del oficio para mí: las sorpresas que conlleva el intento casi diario de conocerme mejor a través de la escritura.

Eso pese a que a veces no me cae bien ni él al que voy conociendo, ni el exasperante proceso de descubrimiento.  Hay días en los que me golpeo la cabeza contra la pared, aun literalmente, porque no me sale nada interesante, nada nuevo.  Soy yo el aburrido.

Del último borrador de Cumpleaños capitalista, eliminé, a efectos de concisión, la siguiente pregunta sobre Cuba: “¿Aquellos que estudian medicina o ingeniería, sabiendo de antemano que van a ganar menos que un taxista, acaban ejerciendo mejor sus oficios que aquellos que han estudiado estas carreras porque también son lucrativas?”  A largo plazo, creo que sí.  Con tan poco dinero por medio, la profesión tiene que compensarse por sí solo.  Es posible que, si me pagaran bien por mi obra, no me esforzaría tanto para llegar a estos descubrimientos que merecen tanto la pena. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Reinvertir beneficios en la empresa

Estos días no me da tiempo para leer por placer.  Sé que hay que buscar el tiempo; así lo encontraré.  La verdad es que prefiero utilizar el poco tiempo libre que tengo para otros placeres, jugar con mis hijos, pasar un rato tranquilo con mi mujer, dormir.  Más adelante, en futuras etapas de mi vida, habrá tiempo suficiente para recrearme de nuevo en la lectura.  Cuando vengan estas etapas, tendré una experiencia más amplia en la vida real; así disfrutaré más.

Hay que decir también que, para mí, leer en español todavía no es puro placer, pues tiene su elemento de trabajo duro.  Pierdo muchos matices, por tener un vocabulario limitado, por no haberme criado en esta cultura, por estar acostumbrado a otro ritmo de sílabas y enfatizaciones, es decir otra poesía.  Sin embargo, estoy en ello, esperando que cuánto más lo haga, más fácil me resultará.

Estos días, leo por el self-improvement (auto mejoramiento).  Con tal de que lo considere trabajo, no dejaré de hacerlo.  Soy capaz de aplazar el placer, el trabajo no.  El resultado de leer como obligación es más o menos cómo lo describo en A la locura por la lectura.  Acabo terminando un libro con admiración para el autor, pero sin haber gozado verdaderamente de su obra.  Me fuerzo a terminarla con la esperanza de que reinvertirá beneficios en la empresa, que soy yo.

El trabajo de leer Manuel Chaves Nogales me pagó generosamente.  Del esfuerzo, saqué un artículo, y además tropecé con mucha sabiduría, como el artículo bien demuestra.