Cuando estudiaba en la universidad y tenía un texto todavía sin terminar, y sin saber cómo terminarlo, un ex profesor me solía decir, “Let the elves work on it” (Deja que los elfos trabajen en ello). Quería decir que debería dejarlo a un lado durante días, semanas o incluso meses, así que, al retomarlo, sabría de inmediato lo que le hacía falta.
No es habitual que un texto me salga del tirón. Dependo casi siempre de los elfos. El gurú de los géneros me salió en arranques cortos. Escribía un párrafo o dos, me atascaba, ponía el artículo a un lado y lo olvidaba durante unos días o unas semanas, lo retomaba y escribía un par de párrafos más, etcétera, hasta que por fin lo terminé. Los elfos nunca me decepcionaron.
Hasta cierto punto. Aunque el artículo está trabajado, me parece faltar fluidez, como si, en cada arranque, fueran otros los elfos que fueron a mi rescate. La fluidez importa mucho en un artículo así, porque, sin fluidez, el humor no funciona como es debido.
Uno de mis libros preferidos es Advertisements for Myself de Norman Mailer. Recopila toda su obra significativa hasta aquel punto en su carrera como escritor (1959). Mailer salpica la obra con pequeñas introducciones que juzgan francamente los artículos y los cuentos a continuación. Algunas veces recomienda que los lectores se salten lo que sigue, a menos que tengan un interés específico en lo que se trata. No tengo tantos cojones para recomendar precisamente esto, pero lo he pensado.
Mailer utilizaba otra palabra para significar elfos. Dijo que si un escritor ha dicho a sus “soldados” que van a entrar en faena el día siguiente, y al final no los lleva a la batalla, eso los desmoralizará, y si estas malas formas llegan a ser habitual en un escritor, finalmente sus soldados le desertarán. Siempre dirijo a mis soldados a la batalla cuando se lo he dicho. En eso no he fallado. Si El gurú de los géneros no arrasa, es porque el general, aunque un hombre que mantiene su palabra, no siempre maniobra con arte.