Supongo que podría
seguir escribiendo La Sevilla del guiri
como distracción. El problema es que la
distracción me persigue por todas partes.
Cada cosa es una excusa para distraerme.
Lo difícil es encontrar una manera de centrarme en la sustancia de la
vida, sin distracción. Si no consigo
esto, terminaré esta vida más o menos como la empecé: como poco más que un ser
con impulsos y deseos; esto, en un adulto, viene a ser un tipo frustrado. La escritura es la manera más eficaz que he
encontrado para disfrutar de la vida más allá de mi cuerpo y mis
caprichos. Es a través de la palabra escrita
cómo mejor llego a conocerme y a conocer a los demás.
Escribir con el
objetivo de realizar grandes o aun pequeños descubrimientos sobre uno mismo,
también significa escribir con el objetivo de crear arte. No digo que lo haya conseguido con La Sevilla del guiri. Digo que lo he intentado. Escribí cada entrega, cumpliendo, lo mejor
que podía, todas las exigencias que tal reto supone: expresarme con
inteligencia, emoción y, sobre todo, con el rigor implacable que, si nos
entregamos de lleno a él, acaba desnudando el alma.
Es insólito, tanto
en este país como en el mío, que un escritor cuya máxima aspiración es crear
arte, se dedique a crearla para un periódico.
Durante cuatro años, La Sevilla
del guiri, publicada en el Diario de
Sevilla, ha sido mi principal proyecto.
Todos los demás proyectos, que son muchos, han tenido que quedarse en un
muy distante segundo plano. No lamento
haberme centrado tanto; lo celebro. Al
empezar a escribir la serie en mayo 2009, me di cuenta, después de casi 20 años
dedicándome a textos largos de ficción, de que era con textos cortos de no
ficción que podía más enérgicamente escarbar en el fondo de mí, y dejar constancia
a lo descubierto con claridad y autoridad.
Así que, durante esta etapa de mi vida, el artículo periodístico ha sido
mi género predilecto.
No sería justo
esperar que otros escritores con tendencias artísticas compartan conmigo este
entusiasmo con el artículo periodístico, sin embargo me extraña que, en España,
donde es común que poetas, cuentistas y novelistas moonlight como articulistas y columnistas de opinión, más de estos
no utilicen, de vez en cuando, sus espacios en los periódicos para intentar
crear arte. Además de hacer buena
publicidad a su obra más importante (según ellos), podría, poquito a poco,
ayudar a quitar éste estigma de poca permanencia, y por lo tanto de poco
prestigio literario, que persigue las columnas periodísticas. Aunque en España el talento está muchas veces
al mando de la pluma periodística, parece no estar por la labor. ¿Es por esnobismo, es decir, por el carácter
supuestamente divulgador de las columnas, por llegar a mucho más lectores que
poemas, cuentos y aun novelas, que los literatos de España, incluso ellos que
escriben columnas, los menosprecian?
Durante mi etapa
en el Diario de Sevilla, no menos de
cinco hombres de letras han escrito columnas, y, entre ellos, sólo Enrique García Máiquez se ha dignado a regalarnos, cada año, un puñado de artículos sin
caducidad, es decir, artículos que se atreven a desoír los temas del momento, o
al menos a transcenderlos, para suscitar el interés en nosotros no sólo por los
grandes temas de nuestro tiempo, sino de todos los tiempos. Esto no es posible sin dar a la columna
periodística el respeto que merece como género, es decir, reconociéndola como
más grande que él o ella que la escribe, y así tratando los textos con el más
meticuloso, sagrado cuidado.
No
descarto que esta serie, aunque categóricamente terminado con Palabras finales siga teniendo vida, que
llegue, tarde o temprano, más bien tarde, a nuevos lectores, y que se propague. La era digital nos ha proporcionado la hemeroteca:
una permanencia que los periodistas nunca hemos tenido antes. Lo que ya es publicado, estará siempre
expuesto en su féretro virtual, descansando en paz o en angustia. Si tengo la fortuna de que un lector de
sueños – uno que, como yo, mejor consigue conocer a sí mismo y a los demás a
través de la palabra escrita – dé con un texto mío y quiera leer más del mismo
autor, aun una obra entera, está al alcance de un clic. Puede empezar desde el principio y llegar otra
vez aquí, el Fin.
Hola Jhon,he seguido todos tus artículos con mucho interés,y siempre me ha sorprendido,la comparativa que realizas entre tu país y este que has adoptado como tuyo.yo soy seguidor de los escritores norteamericanos que reflejan "la otra américa"la de Truman Capote,la de Bellow.Uno de mis libros favoritos es el Guardián sobre el Centeno ¿a que norteamerica comparas con Sevilla,a tu placida ciudad de familia de clase media o a la otra.
ResponderEliminarRafael, si hay una parte o una subcultura norteamericana parecida a Sevilla, creo que sería Nueva Orleans. ¿Has leído El Cinéfilo de Walker Percy? Es uno de mis libros preferidos, si no el preferido. Creo que encontrarás una gran similitud entre la cultura que trata la novela y la cultura de Sevilla. Un abrazo.
EliminarHola, John, gracias por todos tus textos. Calidad de sobra, especialmente uno del que en su momento afirmé que era toda una saga novelesca en unos pocos párrafos, aquél sobre tu padre, y cómo tú y tu madre visitabais el cementerio completamente nevado.
ResponderEliminarMucha suerte en tus proyectos. Estaré pendiente a través de Internet. Por mi parte, muchos en la cabeza, pero me falta disciplina. Sé que he nacido para esto.
Alberto, gracias por asomarte otra vez para dar tu apoyo. Tu comentario sobre “Limpiando el panteón” ha sido sin duda el mejor elogio que he recibido hasta ahora como escritor. A ver si me empuja a escribir otros artículos a tal nivel.
EliminarAgárrate bien a esta seguridad que tienes en tu vocación. Yo también la tengo, gracias a Dios. Dices que te falta disciplina. ¿Puede ser el motivo que te cueste elegir entre los muchos proyectos que tienes en tu cabeza? Quizás al elegir uno te pongas a trabajar. Quizás lo que te dé pereza es estar en limbo. Quizás al terminar uno de tus proyectos, hayas terminado todos.
Perdóname por meterme en tus asuntos, pero, si tú empujas a mí, ¿por qué no empujo a ti?
Un abrazo.