Hace cuatro años,
al empezar a escribir La Sevilla del
guiri, sabía cosas acerca de la ciudad, pero estas cosas aún estaban lejos
de sedimentarse. Ahora, después de
escribir 100 capítulos de la serie, creo que sí saco del sedimento mis
opiniones sobre la ciudad.
Por ejemplo, 10 premios naranja para Sevilla y10 premios limón para Sevilla (el
segundo se publicará dentro de dos semanas) me salieron casi de un tirón. No es que me salieron 7 o 8 premios, y tuve
que apurar los límites del tema para dar con 3 o 2 más, o que me salieron 11 o
aun 15 y tuve que recortar. Me ocurría
un premio, lo explicaba, me ocurría otro en seguida, lo explicaba, etcétera,
hasta llegar a diez, y ya no me ocurrieron más.
En un santiamén, los organicé por orden de importancia.
Estoy seguro de que,
en algún rincón de la mente, yo estaba trabajando en los listados durante mucho
tiempo, sin darme cuenta. Siempre me han
gustado los números redondos y las líneas maestras; me parecen de confianza,
aunque normalmente no soy capaz de producirlos sin mucho dudar y devanarme los
sesos. Lo que quiere todo esto decir es
que, por la manera completa, contundente y aun catártica en la que los
artículos se plasmaron, me pregunto si, después de 100,000 palabras consagradas
a entender esta ciudad, ya escribo más de saber que de la sed de saber. Esto, a cualquier escritor que se precie le
debería servir como materia de reflexión.
Por el momento, sólo pondré por escrito lo siguiente:
Vicente Van Gogh,
después de dedicarse durante diez años a su arte, escribió una carta a su
hermano Teo, haciendo mención de un dibujo que acababa de hacer con gran
rapidez y autoridad. Se explicó: “Aunque
lo terminé en 10 minutos, la verdad es que lo terminé en diez años y diez
minutos”.
Empecé a escribir
La Sevilla del guiri para saber por
qué estoy en Sevilla, y a pesar de qué. Después de cuatro años trabajando en ella,
tengo las respuestas redondamente enumeradas y ordenadas. ¿Qué hago ahora?
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