domingo, 3 de marzo de 2013

Premio

Se dice que la señal de un verdadero poeta no es el número de poemas que ha publicado, sino el número que ha tirado a la basura.  En mi opinión, un poema depende más de talento e inspiración que un artículo.  Es más posible salvar un artículo mediocre con transpiración, perseverancia y prácticas.  De todas formas, porque es mi objetivo como periodista tomar mi obra tan en serio como los poetas toman la suya, habrá artículos que acaban eliminados.

En Julio de 2009, escribí un artículo que reprendía las críticas que mis vecinos dirigían al trabajo de algunos albañiles sudamericanos que acababan de poner suelos de mármol en las escaleras y rellanos de nuestro bloque.  A mi ver, el trabajo fue igual de bien o mejor que habría sido si lo hubiera hecho españoles.  Pero como de esto no podía estar seguro, y como la mayoría de las críticas habían venido de parados que antes habían trabajado en la construcción, el artículo me parecía más injusto que la injusticia que denunciaba.  A diferencia de los parados de mi bloque, yo atacaba a aquellos cuando ya estaban derrotados.  Por eso, lo suprimí.

Casi tres años después, me salió Prohibido Paraguayos, un artículo que tiene, como mínimo, fundamentos más sólidos.  Mientras el primer artículo vaciló y se disculpó, este se desarrolló despiadadamente al grano, sin dar explicaciones.  Puede que uno de sus defectos sea que no da tregua alguna a los denunciados.  Este defecto va de la mano de su virtud principal: su ritmo arrasador.

Quiero dejar claro que, cuando lo escribí, estaba decepcionado con Sevilla.  Me sentí marginado.  Me estaba dando cuenta, paranoicamente o no, de que la así llamada intelectualidad hispalense nunca me aceptaría, que ser guiri, aunque esto me abrió camino y me consiguió un foro, al final funcionaría en contra de mi carrera como escritor en Sevilla.  Aun temía que cuánto más destacara mi trabajo, cuánto más reluciera, peor, pues más razón tendrían los nativos para descartarlo.  Quizás sean estos sentimientos los que el primer intento faltaba: aunque yo había sentido la injusticia de criticar el trabajo de los sudamericanos, todavía no me había sentido identificado con ellos.  Como premio por mi paciencia y contención, podía, en este intento, desahogarme por motivos personales, sin tener que referirme a mí.  Al suprimir un artículo mediocre, gané otro que vale más.

 

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