domingo, 9 de diciembre de 2012

La inevitable eventualidad

Cuando leí que el alcalde de Sevilla había llamado el Diario de Sevilla “el periódico de referencia en Sevilla”, de repente me di cuenta de que, si escribiera una Carta abierta al alcalde, probablemente la leería.  ¿Cómo podría dejar pasar la oportunidad de expresarme, con pelos y señales, al encargado de mi ciudad adoptiva?

Al tomar la decisión de escribir sobre la política, o, aún menos típico de mí, sobre un político, el reto se convirtió en cómo hacer esto sin que el artículo tuviera una fecha de caducidad.  Quizás una imposibilidad.  De todas formas, lo intenté esforzándome al máximo.  Primero, no lo nombré, convirtiéndolo en El Político, o más bien, en Nuestras Esperanzas de El Político, y a mí en La Voz Expectante, Insistente y a Veces Inocente del Pueblo.  Tal dinámica siempre ha existido y siempre existirá.  Segundo, en vez de escribir sobre él, escribí a él, de hombre a hombre, centrándome en su carácter y su porte, en vez de en su plataforma y cv.  Si la primera táctica impersonalizó el asunto, la segunda hizo todo lo contrario.  Y tercero, escribí, siempre que fuera posible, sobre las verdades universales de La Corte (sus engaños, auto o no, sus aires de superioridad, y su alejamiento de la realidad) en lugar de temas de actualidad, y los políticos concretos implicados en ellos.

En la segunda parte de la carta (que se publicará en dos semanas), aunque no pude evitar referirme a temas de actualidad, lo hice en la forma más genérica posible, pero no por eso menos especifica.  Eliminé todos los detalles, la mayoría nombres propios, que sólo llevan un significado sugerente o emotivo en el presente.  Mis únicas concesiones al presente, hacer mención de Mike Bloomberg, el alcalde de Nueva York, y del Caixafórum de Sevilla, fueron incluidas para no socavar el fundamento principal de cualquier periodista que se precie: la claridad.

Aunque parezca que no, escribir para el lector de todos los tiempos casi siempre hace el texto más, no menos, pertinente a la actualidad, en gran parte porque lo hace más ameno, en el sentido digno del termino.  Inclina a una cobertura, no exhaustiva, sino de lo imprescindible; a informar a través de la descripción; a narrar en vez de explicar; al lenguaje figurado más que al literal.  No podemos dar nada por sentado, tenemos que escribir con sumo rigor.

Habiendo dicho todo esto, la segunda parte de la carta, precisamente porque se ata más al presente, es la que tiene más intensidad y fuerza.  Ya veréis.  Tuve que abrazar el lado más efímero del periodismo.  Al fin y al cabo, el valor de nuestra obra, un poco como el valor de la obra de un artista escénico, radica en su eventualidad.  Al abrir el periódico, al subirse el telón, arranca; al cerrar el periódico, al bajar el telón, ya ha pasado a la historia.

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