domingo, 25 de diciembre de 2011

El ficción de no ficción

Tenía un escenario, un sentimiento y un diálogo.  El escenario era una cena de amigos la Nochebuena pasada en EE.UU.  El sentimiento eran los celos, los míos.  El diálogo surgió un día en el que mi mujer me bajó los humos con arte cuando me emocionaba hablando de la belleza de las mujeres de Sevilla.  Cada una de estas vivencias es un hecho, pero cada una sucedió sin tener nada que ver con las otras.  En Verde navidad, uní las tres en una misma escena.

¿Es juego limpio que un periodista juegue con el cuándo y el dónde para quitar grasa de su obra, para hacerla más racionalizada, y por lo tanto más entretenida?  La cena se atiene a los hechos.  La miga del diálogo entre mi mujer y yo es casi al pie de la letra.  Aunque no sentí celos de mi mujer en esta ocasión, los he sentido cuando me daba menos motivo.

Me doy mucho margen de maniobra con el cuándo y el dónde de los hechos para poder comunicar más claramente el quién, el qué, el cómo y el por qué de las historias que narro.  Hay periodistas que tienen que ser esclavos de los hechos.  Yo los barajo, los reordeno, descarto los insignificantes, para que los significantes se hagan ver.

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