Parece
que la personalidad, y aún el alma de los artistas, se saltan a la vista, o al
oído, cuando están aislados y apartados sin querer, y están gritando al cielo
para que los tengamos en cuenta. Al
conseguir un público, pierden un gran motivo por crear. Ganan otro, es cierto – el no querer
decepcionar a este público – pero tan puro como el perdido no lo es.
Durante
más de 20 años, escribí en un vacío.
Sólo mis amigos y mi familia, todos escritores también, leyeron mi obra,
para ayudarme mejorarla. Este
aprendizaje de valor incalculable ha resultado, creo, en un premio, La Sevilla del guiri. Mucho éxito no es, pero es lo suficiente para
alterarme.
De
repente tengo que tratar con las estadísticas de mi blog, a los que acudo casi
cada día como un adicto. Hay el número
de lectores atraídos por cada post, el número de comentarios que ha provocado,
y claro los comentarios en sí – los ánimos, insultos, aclaraciones,
malentendidos, corroboraciones y discrepancias.
Los
ánimos me afectan por el bien, siempre que no los vea como elogios. No hay nada más peligroso para un artista que
los elogios. Son el verdugo de las
inquietudes, tranquilizan las dudas necesarias para comunicar con contundencia.
James Saltar,
uno de los únicos escritores estadounidenses, que yo conozca, que han mejorado
con el tiempo, fue tan amable contestarme, cuando hace 10 años, le escribí una
carta de admirador. Con referencia a mi
idolatría, incluyó una frase que nunca olvidaré: “I took pains not to inhale” (Puse mucho empeño en no tragarme el
humo). Un humo tan poderoso como
perjudicial.
Sigue
siendo el vacío – ahora como amenaza, siempre acechándome – que me inspira más
que cualquier otra cosa, salvo Dios. Al
final del año pasado, la dirección del periódico me dijo que a partir de
febrero, La Sevilla del guiri sería
publicada un sábado sí y otro no, en vez de cada sábado. Tendría que compartir con otro escritor el
espacio que pensé que yo había ganado con trabajo y talento. Me di cuenta de que no podría confiarme. Un día podría estar escribiendo de nuevo en
un vacío.
Apología del patriotismo es el primero artículo que
escribí después de que me informaron del cambio. Al escribirlo, me sentí aislado, apartado,
purificado.
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