Salvando las
distancias, por supuesto. El asunto
sobre el que escribo es la obra real del bailaor Israel Galván. La imaginación de Galván inspiró mi
interpretación. No me puedo apuntar todo
el mérito. De todas formas, he intentado
que la interpretación dependiera más de mi imaginación que de mi intelecto.
Mi intelecto es
fiable y frio. O puede o no puede. Mi imaginación se despierta o duerme según
factores a los que mi intelecto es más o menos inmune: mis complejos, gustos,
deseos, prejuicios, estado de ánimo y experiencia.
Criticar con puro
intelecto sería como gobernar con un estado policial. Criticar con pura imaginación sería como
dejarse llevar con la anarquía.
La crítica es un
género que vale tanto como la ficción o la poesía para dar sentido y significado
a la vida. Si es un género menor es
porque la musa del crítico no trabaja solo, colabora con la musa del artista
reseñado. Para mí, las críticas más
memorables son elogios, odas. Por eso,
elegí escribir sobre la obra de Israel Galván.
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