En Rezando en el Sánchez-Pizjuán llevé aquel consejo de mi padre a
su gran extremo. Al partido en sí, dediqué
sólo tres frases cortos, 23 palabras, el tres por ciento del artículo.
El comentario de mi padre desmiente
la así llamada objetividad del periodismo.
Cada reportero tiene su conjunto de prioridades, su opinión sobre lo que
importa y lo que no importa. Es
inevitable y no necesariamente menos informativo que este sesgo se manifieste
siempre en su trabajo.
Al pulir mis artículos para publicación, acabo eliminando muchas frases y párrafos dedicados a explicar como soy. En vez de escribir que soy maniático o dogmático o creyente o sufrido, describo lo que hago y veo, lo que me pasa y cómo reacciono.
Tal como intento dejarme ver sin decir cómo soy, intento dar a conocer mis prioridades sin enumerarlas. Me recreo en lo que me importa, no lo deletreo. Me centro siempre en los hechos, sabiendo que los hechos serían otros si el observador fuera otro. Así los hechos hablan por sí mismos, y también por mí.
Quería comentarte allí... pero no me deja.
ResponderEliminarCachis la mar... este artículo me pilló fuera, de vacaciones. Si lo hubiera visto antes, habría corrido a avisarte. En el caso de tu esposa es perdonable, pero cuidado con las compañías. Si te llevan a ver al Sevilla... son malas compañías.
¡La próxima, con gafas verdiblancas!
;-)