Entiendo por qué
una persona, después de tantos años de preparación para una carrera
profesional, dudaría en dejar esta profesión a un lado, quizás para siempre,
para volcarse en criar a sus niños pequeños.
Mi gran suerte como escritor es que, si quiero ser fiel a mi vocación para
ser artista, tengo que dedicar la mayoría de mi tiempo y energía a otras cosas.
El trabajo de un artista consiste, como
cualquier trabajo, en entender y poner en práctica una serie de técnicas, normas
y habilidades, pero esto es la parte menor. Lo
principal es entenderse a sí mismo.
Criar a mis hijos, me ayuda precisamente a hacer esto. Me permite ver, con una claridad que nunca
antes he conocido, todos mis defectos y virtudes importantes, y todas mis
aptitudes y carencias importantes. Sin
este conocimiento, escribiría peor, menos convincentemente, sobre el asunto que sea.
La gran mayoría
de las profesiones no la podemos llevar a cabo si paramos a recrearnos o/y
sufrir todos los momentos auténticos y emocionantes de la vida. Todo lo contrario. Hay que pasarlos por alto para poder centrarnos
en la tarea. Como artista aspirante, no
tengo que elegir entre el uno (el trabajo, la carrera, la productividad) o el
otro (la familia, el amor, la profundidad): para mí, el uno es el otro. Dedico tanto tiempo a la crianza de mis niños
pequeños con la intención de hacerme un hombre más competente, completo y sabio,
pero con un motivo egoísta: quiero crear arte.
He encontrado el buen camino, pese a cómo soy.
"Dedico tanto tiempo a la crianza de mis niños pequeños con la intención de hacerme un hombre más competente, completo y sabio"
ResponderEliminarBuf, qué frase. Para enmarcar.
Un abrazo.