Sin
embargo, la cualidad que siempre se encuentra en las más contundentes y
luminosas narrativas, la del desarrollo del personaje principal, no he podido,
al menos a propósito, infundir a la obra.
Sólo he podido escribir sobre el momento y esperar que la suma de estos
momentos tratados acabe mostrando este desarrollo. El valor duradero (o falta de éste) de La Sevilla del guiri radica en lo bien
(o lo mal) que la crónica comunica cómo la ciudad, o mis vivencias en la
ciudad, o lo de escribir sobre estas vivencias, me han transformado. Si al fin de la obra, parezco el mismo que
parecía al principio, la obra es pasajera – en el mejor de los casos, oro
chapado; en el peor de los casos, pirita.
Escribí ¿Picardía o desobediencia civil? pensando
en cómo he cambiado después de siete años en Sevilla. Pero el artículo trata un cambio superficial:
de perspectiva, no de ser; de conocer, no de saber. Por mucho que lo intente, si La Sevilla del guiri responde al patrón
oro de la literatura, si es macizo, será por algo que se ha colado en la obra
sin que me haya dado cuenta.
En este
caso, y quizás en todos, lo más frustrante de dedicarse a ser artista es que él
o ella que lo intenta nunca sabrá, con toda seguridad, si ha llegado a
serlo. Sin duda esta privación es por
nuestro bien; al saber por ciencia cierta que hemos llegado al cumbre, esto, a
un simple mortal, le haría caer estrepitosamente desde la gran altura que ha
alcanzado.
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