“Yo no soy racista, pero. . .” muestra cómo una confesión se presta a un
tema. El racismo, como tema, es empapado
y socavado por los tópicos. Había una sola
posibilidad de convertir el artículo en algo único: escribir sobre mi
experiencia personal del racismo, no como observador, sino como
participante. Hay muchos retratos del
racismo escrito desde el punto de vista de la víctima, pero pocos desde el punto
de vista del racista. Elegí el segundo.
Confesar ser
racista, además de centrarme en el buen camino como penitente, establece mi
autoridad como articulista. Si no fuera
racista, ¿qué sabría yo sobre el asunto?, salvo que es un mal. Todo el mundo con dos dedos de frente ya sabe
esto. No habría aprendido nada, ni el
lector ni yo. Principalmente yo.
He estado un par de veces en su país. Desafortunadamente, como simple turista, es decir, apenas he podido conectar con sus gentes. Pero las pocas ocasiones que he tenido de hacerlo me han permitido atisbar una cultura extraña (para este lado del charco), son gentes que hablan sin tapujos sobre ellos mismos, no sé, como si no les avergonzara. Con este artículo suyo constanto lo que ya intuía.
ResponderEliminarGracias por su sinceridad y frescura. Gracias por no ser políticamente correcto.
Un cordial saludo de un lector suyo.
Julio, puede ser que a los estadounidenses, más que a los ciudadanos de muchos otros países, nos gusta dar el número, y que, a veces, en el intento de llamar la atención de los demás, nos exponemos hasta el límite del decoro y de las convenciones. Como escritor, reconozco ser culpable de esto. Pero intento siempre llamar la atención con la verdad. Te devuelvo las gracias. Es un privilegio tener un lector que se esfuerza en comprenderme. Un saludo.
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