Para
mí, escribir provoca tanto dolor (angustia) como placer (liberación de tal
angustia). Sé que he dado con un buen
tema si, al empezar a darle vueltas, lo que dice mi cabeza no se corresponde
con lo que dice mi corazón, aun están peleados, y para resolver la disputa,
tienen que hacerse frente. El placer
radica en la resolución, el dolor en el enfrentamiento, y en quitar el exceso y
verborrea de los que estas peleas se prestan.
Tomé
como tema la Feria de Sevilla. No me gusta la Feria. Me parece superficial y presuntuosa. Esto es lo que dice mi corazón. Pero mi mente dice que los sevillanos, como
los ciudadanos de cualquier ciudad, merecen una fiesta sólo para ellos, y aun admira que la celebren
como quieren, a la escala que quieren, e invitando sólo a aquellos a los que
quieren.
Al sentarme a escribir sobre el tema, la mente y el corazón saltaron a la palestra como un par de gallos y hundieron las garras en la carne del otro. Como siempre, di un paso atrás para observar la carnicería con objetividad. En cada combate entre estos dos púgiles empedernidos, tengo un preferido, normalmente el corazón, pero cambio de preferido varias veces a lo largo del combate, por pena, por capricho, por perversión, pero sobre todo, porque, una vez empezada la pelea, me gusta que sea bien equilibrada, y que los adversarios se muestren dignos el uno al otro.
Es normal que tengamos
un preferido al empezar el combate, pero si, para no entrar en complicaciones
personales y así pues dificultades de composición, dejamos que nuestro
preferido arrase, nuestros artículos, aunque tengan fluidez y buenos golpes,
faltarán tensión, y por lo tanto, a mi juicio, autenticidad. Son sólo unas demostraciones de habilidad
contra un sparring.
Creo que el acto de
escribir debería ser un cuadrilátero para estos dos rivales eternos. Si se entregan al máximo, peleándose hasta más
no poder, el texto resultante, aunque bien cargado, no podrá evitar estar
sobrado de exceso por los giros tomados a lo largo del combate. Antes de publicarlo, tenemos que eliminar la
crudeza y la brutalidad. Tenemos que convertir
la batalla en un baile. Para conseguir
esto, purgamos por la fuerza toda nuestra pasión, ya sea por un lado u
otro, y empezamos a recortar con el ojo frio del esteta.
En El primo yanqui de la Feria de Abril, el
corazón fue el claro ganador, pero la mente ofreció la resistencia de un gran
profesional, a pesar de tener pocas posibilidades desde el principio. La prueba radicaba en el suelo de la sala de
montaje, cubierto de sobras.
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